A la caza del hombre ideal by Catherine Brook

A la caza del hombre ideal by Catherine Brook

autor:Catherine Brook [Brook, Catherine]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2020-06-10T00:00:00+00:00


Capítulo 13

—¿Ha sucedido algo en ese despacho que debiera saber? —preguntó Anne con suavidad cuando estaban en el carruaje, de camino a la casa de Catriona.

Catriona no se atrevió a devolverle la mirada. Estaba sentada con la cabeza apoyada en el marco de la ventana. La brisa fría le acariciaba la cara, pero no lograba borrar el ardor de su piel, ni el recuerdo de sus labios. La agradable sensación de tenerlo encima aún la rondaba y algo en su interior suspiraba de frustración porque sentía que había dejado algo incompleto.

Lo odió más de lo que lo había odiado alguna vez, y se odió a sí misma por reaccionar de esa forma. Ella tenía otros planes, tenía otro futuro. ¿Por qué cedía así de fácil a sus acciones perversas?

—Sucedió algo que no creo que quieras saber.

Catriona no negaría nada. Cuando salieron del despacho se había visto en el espejo del pasillo. Estaba despeinada, tenía los labios hinchados y la piel sonrojada. Tuvieron que pasar por el servicio antes de salir.

Decir que no pasó nada sería burlarse de la inteligencia de su amiga, y a Catriona tampoco le gustaba mentirle cuando era una de las pocas personas que la apoyaba en cuanta locura se le ocurriese. ¿No la había acompañado a esa sesión de espiritismo, a pesar de que lo consideraba una tontería? Todo para que ella pudiera ver y hablar con el capitán, y ni siquiera eso pudo.

Solo se quedó a solas casi una hora con el vizconde, hablando hasta que la convenció de que podía ser una persona amable para luego volver a comportase como el diablo que era, y ella, con las defensas bajas, había caído en la tentación.

—¿Algo de carácter… íntimo? —indagó Anne.

Catriona suspiró y se giró hacia su amiga.

—Algo así —respondió con voz ahogada.

Se estaba sintiendo de nuevo mal. Los ojos le picaban y tenía que parpadear varias veces para ahuyentar las traicioneras lágrimas. Ni siquiera estaba segura de por qué se sentía así. Podía deberse a que despreciaba su debilidad. Odiaba sentirse tan bien entre sus brazos, anhelar sus besos y no tener ni la mínima idea de qué tramaba él.

«¿Te parece que esto es un juego?».

Catriona recordó las palabras con tanta claridad como recordaba el tacto del miembro duro en su mano. Pero, si no era un juego, ¿qué era? Algo que, al parecer, se le estaba yendo a él también de las manos, y ella se alegraba mucho de que así fuera. Ese maldito hombre necesitaba una lección de por qué no debería de andar seduciendo a jovencitas decentes y confundiéndolas de esa manera.

Ella tenía la visión de su futuro muy claro. Si no bastaba con la predicción de la gitana, el espíritu se lo había confirmado, ¿no? Le había dicho que el hombre de su vida estaba en esa habitación, y el único rubio de ojos claros ahí era Cristopher. Tenía que ser él quien la haría feliz, y no podía permitir que el vizconde siguiera desconcertándola con sus besos.

¡No podía! ¡No podía!

—Oh, cariño —musitó Anne al ver que ella estaba a punto de llorar.



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